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Experimentar puede definirse como un proceso iterativo de aprendizaje sobre qué funciona y qué no. Una meta de un experimento de un negocio es aprender sobre los clientes, el mercado y obtener varias opciones para llegar a una solución y ofrecerla al público.
Con relación al tema de una innovación de un producto o servicio, existen dos tipos de experimentos que ayudan a aprender.
Un experimento divergente se realiza cuando se desea aprender sobre diversas opciones. Se hacen varias preguntas y sus respuestas generan más preguntas para seguir investigando. En otras palabras, se explora y se trabaja con varias posibilidades a evaluar para obtener una solución. Este tipo de investigación es útil cuando se encuentra en las primeras etapas de un proceso de innovación.
Al inicio de la búsqueda, se puede hacer una pregunta muy amplia, por ejemplo: “¿Cómo se pueden incrementar las utilidades de un negocio que recicla aparatos electrónicos?”
Una vez que se tienen varias ideas, se crean prototipos, se muestran a los posibles consumidores y se busca retroalimentación de calidad como “Está difícil de usar”, “Lo uso sólo si mucha gente ya lo usa” o “Esta muy lento”. Este método ayuda a crear prototipos significativos, probándolos para recolectar retroalimentación del mundo real, mejorarlos y volver a pedir retroalimentación hasta encontrar el prototipo adecuado. Utilizando esta información, se pueden tomar decisiones sobre si proceder a la siguiente fase y lanzar al mercado la solución.
Algunos errores en este tipo de experimento es el probar demasiado tarde, cuando ya se ha invertido en recursos y las pruebas se convierten en una validación de una decisión que ya ha sido tomada.
Un experimento convergente se utiliza cuando se quiere obtener una respuesta en donde se eliminen otras opciones y solamente hay una pregunta y una respuesta. Por ejemplo, ¿Cuál de estos cuatro diseños prefiere el cliente? Es decir, se confirma algo y conviene utilizarlo en las últimas etapas de un proceso de innovación.
Este método puede ser utilizado en cualquier producto o servicio digital para probar y mejorar algún elemento en la experiencia del cliente. Por ejemplo, se puede hacer una prueba en donde un correo electrónico es enviado a dos grupos de personas y cada grupo recibe un diseño diferente. La prueba es analizar el comportamiento de los destinatarios y cuál diseño funciona mejor para obtener el resultado deseado. Otros ejemplos pueden ser los diseños, características o funcionalidades de una aplicación móvil o web, ¿cuál es más conveniente para mejorar le experiencia del cliente?
Cuando se buscan respuestas, conviene buscarlas con grupos de personas de diferentes características como edad, localización geográfica, nivel socioeconómico y cualquier característica relevante. La idea es incluir todos los tipos de consumidores y conocer sus reacciones.
Algo que tienen en común estos dos tipos de experimentos es que se tiene la voluntad de aprender, se incrementa el conocimiento y busca respuestas con los futuros usuarios y no sólo decidir de acuerdo con una intuición.
Para innovar de forma exitosa, se requieren de ambos. El divergente es recomendable utilizarlo en las primeras etapas de un proceso de innovación, cuando se requiere tener más de una idea para una solución y explorarlas. El convergente es para validar ideas.
Deben de incluirse los dos tipos de experimentos ya que el divergente, nunca mostrará, por ejemplo, cuál es el mejor precio final. En cambio, el convergente nunca podrá sugerir cuál es la mejor solución para lanzar al mercado.
Se recomienda que, si es una innovación, como un desarrollo de nuevas áreas de la organización y, por lo tanto, generará nuevos productos o servicios, la investigación sea divergente.
En cambio, si la idea es mejorar algún producto o servicio de un área interna de la organización, que se utilice el método convergente.